La cultura que nos viene

Ha llegado noviembre

Imagen promocional de Fuensanta Blanco, que el domingo presenta en Mérida 'El murciélago de Wuhan'.

Imagen promocional de Fuensanta Blanco, que el domingo presenta en Mérida 'El murciélago de Wuhan'. / Cedida

Cerró Gutiérrez y nos jodió la vida, pero al menos visité La Siberia y me traje dos cajas de bodigos, que el corrector lee como «códigos» y me subraya en rojo, como si la palabra no existiera, porque nuestros correctores no son de Tamurejo. Cerró Gutiérrez y no fuimos a comprar huesos de santo ni buñuelos, pero comí bodigos por Los Santos, rellenos de dulce de leche, los bodigos que hace «La hermana Antonia», que para comerlos hay que ir a su casa, porque las mujeres de Tamurejo ya se los encargan y Carmen Castillo viene de una tradición de pasteleras: agua, harina, azúcar, matalahúva, huevos. Cocina de aprovechamiento, para que no se enranciara la manteca.

Gutiérrez era la pastelería que estaba (su cartel ahí sigue todavía, impertérrito) en la plaza de España de Mérida, con sus dulces de toda la vida y sus tartas de toda la vida, cuán a mano nos venían y qué eternos los creíamos.

Entra noviembre comiendo dulces, castañas, casamientos, celebrando El Magusto, la chaquetía, sacando a pasear la calavera el Conqui o aprendiendo a deletrear Jack O’Lantern, que a mí me da igual qué celebremos: el caso es celebrar. No se trató nunca de comer. Se trató de reunirse, de compartir, de echar unos tragos, de ocupar el espacio público, de dar la bienvenida a los frutos del otoño en comunidad. Comer es lo de menos, pero cómo nos jodió la vida que cerrara Gutiérrez.

Entra noviembre con su Flamenco Universal, con su Festival de Cine Inédito, con su Fancinegay/queer, que estamos de transición, pero eso llegará la semana que viene. Llega noviembre, el mejor mes del año, con su lluvia, las manos alrededor de la taza del café, los libros por leer y el caminito de la despedida del año, la promesa de unos gofres calentitos o una tarta antes de ir a ver a Fuensanta Blanco.

Fuensanta no es actriz, ni lo pretende, pero ha creado un espectáculo que se llama ‘El murciélago de Wuhan’ en el que habla del encierro, de las pérdidas, de la carencia de pieles y de tactos durante un par de años, de los guantes y las mascarillas que nos parecen tan lejanos a los que no vimos morir a nadie, a quienes tuvimos esa suerte inmensa de no perder a hermanos, padres, hijos; de no tener que visitar a nadie en una residencia a través de una valla y desde la otra acera.

Es su primer gran proyecto. Y miren, la hemos visto trabajar mucho, hemos hablado con ella de lo que cuesta sacar adelante una producción: «Espero que este murciélago tenga alas», responde cuando le deseo larga gira. La dirige Pedro Luis López Bellot, que nos cuenta que esta obra es «el viaje de una mujer creadora que sueña ser para otros y descubre que debe ser para ella. Es el luminoso y revelador vuelo de una bailaora que explora su alma humana para transformarse».

Dos monólogos interesantes: uno con el cuerpo danzante y la palabra. Otro, a modo de diálogo, pero sin pretensiones de deconstruir a nadie, porque ya hemos aprendido que lo de la deconstrucción es algo que ha de nacer de uno. La Sala Guirigai comienza noviembre con Teatro del barrio y ‘No soy tu gitana’, de Silvia Agüero. «Más de una hora de historia, risas, cambios de vestuario, cante, baile y alguna que otra maldición», explica la compañía: «Hacer reír al público con el racismo de leyes históricas absurdas es la única pretensión para llegar a un lugar común donde las gitanas te enseñen a hacer compás por tangos y que todos seamos un poco más felices».

Reproduzco: «No soy ni Preciosa ni Carmen ni Esmeralda ni Zemfira. Tampoco soy la gitana que te muestran a través de la telebasura. Estas creaciones de vuestros payos tienen una consecuencia real y directa en nosotras, impactan en nuestra vida y la destrozan. A mí, a nosotras, vuestros tópicos estereotípicos me afectan directamente en mi vida cotidiana. Rompamos el círculo vicioso y maléfico en el que Preciosa, Esmeralda, Carmen y Zemfira, construidas por hombres payos, ocultan con su fascinante poder invocador a las gitanas reales, de carne y hueso. Este pensamiento crítico nos hará más felices a todas; las mujeres gitanas han resistido 600 años de legislación antigitana y machista y hemos desarrollado estrategias válidas para la lucha feminista actual».

La perla

Zahir Ensemble, dirigida por Juan García Rodríguez, va a ofrecer estrenos absolutos de Gabriel Erkoreka (‘Tomba del tuffatore’) y de José Ignacio de la Peña (‘Blues del nacimiento’), que además es extremeño, como Inés Badalo, de la que también se va a interpretar una pieza. El concierto tendrá lugar hoy, a las 20.30 horas, en la Diputación Provincial de Badajoz y forma parte del XV Ciclo de Música Actual de Badajoz. Escucharemos, además, obras de Reinhard Febel, César Camarero y Anna Malek. A los lectores de poesía, el nombre de la obra de Ignacio de la Peña les sonará: es un homenaje a Antonio Gamoneda. Erkoreka se inspira en la arqueología. Todo son vasos comunicantes en la cultura y eso es una maravilla: que nos dejemos navegar así.

El marqués de la Ensenada quiso acabar con ellos, porque los genocidios nos gustan mucho, miren qué está pasando con Palestina ahora mismito. Buscó la manera de impedir que tuvieran hijos. El confesor del rey dijo que Dios se alegraría cuando esta gente se extinguiera. Detuvieron a más de nueve mil gitanos. Los gitanos eran ladrones, vagos y salteadores de caminos: les falta que tienen mucho arte. Fueron las mujeres las que más protestas violentas organizaron, porque las habían separado de sus hijos. De hecho, forzaron al nuevo rey, Carlos III, a replantearse las cosas. La Gran Redada fracasó. Nunca me hablaron de este tema en el colegio, ni en el instituto. Tampoco lo supe en la Facultad y estudié en Sevilla.

Sobre los gitanos habrá una exposición en el Negativo Foto, que es todo este mes y que nos trae propuestas preciosas.

Ha llegado noviembre. Por fin. Bienvenido. 

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